Acércate y escúchame. Deja que te dé un consejo.
Nunca vayas a esa calle de la que nadie habla, porque te digo que allí es por donde pasea el hombre alto.
Pero si alguna vez vas a esa calle y ves al hombre alto, no lo sigas.
Y si lo sigues, cierra los ojos y no lo mires.
Y si lo miras, tápate los oídos y no lo escuches.
Y si lo escuchas, hazme caso y no aceptes su invitación.
No entres con él en esa casa al final de la calle de la que nadie habla.
Y no subas esas escaleras.
Y no atravieses ese pasillo.
No cruces esa puerta que brilla al final de la oscuridad.

Aunque quizá ya sea demasiado tarde, porque acabas de cruzar esa puerta y el hombre alto te ha reconocido y te ha dado la bienvenida, y, sonriendo, ha tendido sus manos antiguas hacia ti para entregarte este libro y ahora formas parte de sus páginas y de su secreto y ya has olvidado el camino de regreso a casa.

De modo que abre las puertas de este armario y déjate arrastrar hacia la noche que vive al otro lado, y nada con el hombre alto hasta la luz de las estrellas negras que van a morir a lo más profundo de los océanos y persigue el murmullo de la música extraña que hacen los demonios cuando sueñan, cierra los ojos y contempla el color púrpura de la lluvia en esos otros cielos del futuro y del pasado.
Aprieta los labios y pronuncia el nombre de aquello que duerme en la oscuridad más allá de los eones.

El armario escarlata es un homenaje al horror cósmico de Howard Phillips Lovecraft y a los universos de reglas insólitas de Robert W. Chambers o Thomas Ligotti, un viaje a un espacio absurdo en el que el ser humano es poco más que una soledad vacía, indefensa e ignorante frente al Mal inconcebible y omnipresente que gobierna el mundo desde el Principio.